jueves, 14 de junio de 2007

Homero Básico: Jazz para radicales

Pocos poetas han sido tan importantes y al mismo tiempo tan marginalmente reconocidos. Casi ninguno ha tenido la claridad expresiva suficiente, mientras trataba de establecer una nueva voz poética incorporando al canon occidental las ancestrales formas asiáticas, para articular un mensaje de urgente coherencia. Kenneth Rexroth probablemente sea más recordado como el (renuente) “padre” del Movimiento Beatnik, olvidando la poderosa intertextualidad de su poesía – intercontextualidad, incluso – para tomar una sola de sus facetas literarias. A veinticinco años de su muerte, un 6 de junio de 1982, aprovechamos la ocasión para recordarlo.Kenneth Charles Marion Rexroth, uno de los mayores poetas norteamericanos del pasado siglo, nació el 22 de Diciembre de 1905, en Indiana, y vivió una sufrida/pintoresca niñez-adolescencia-juventud, marcada por la temprana muerte de sus padres y su educación autodidacta (asistió al colegio menos de cinco años), que complementó sus primeras lecturas de “los clásicos” con una serie de viajes, que lo llevaron de Greenwich Village a Sudamérica, y que financió trabajando de mozo, luchador de catch y reportero. Tras breves – y definitorias – estadías en el París de Tzara y los vanguardistas, y en un monasterio como postulante, fijaría su definitiva residencia en San Francisco, donde permaneció hasta su muerte.Los primeros poemas de Rexroth, que datan de los días de su llegada a San Francisco, acusan su formación como pintor abstracto y su contacto con los surrealistas, pues se asemejan mucho a los de Apollinaire o Reverdy. Siendo más joven Rexroth había acostumbrado protagonizar “arengas poéticas”, subido a una caja de madera en alguna esquina, recitando versos revolucionarios para obreros y sindicalistas exaltados. Aunque la preocupación política sería una constante en su vida, no tardó en alejarse de estas dos vertientes poéticas.Rexroth ha sufrido una cruel condena por no haber podido ser ajustado, o circunscrito, a un solo movimiento o escuela poética. Por ello terminó relegado a proemios y apéndices, cuando su participación ha sido trascendental para el desarrollo poético de la lengua inglesa en el Siglo XX, y sus méritos acaso mayores a los de muchos otros poetas, encumbrados sobre dudosas conquistas.Quizás la más usual, y sencilla, forma de categorizar o describir a Rexroth sea por el rol que desempeñó como precursor del movimiento contracultural beatnik. Él rechazó el título de “padrino” de este grupo, al que promovió y ayudó a difundir (“Un entomólogo no es un insecto”, sostenía en su descargo); aunque ya desde sus días como fundador de la “Poesía Jazz” (o la relectura de Homero y los bardos como parte de una banda de jazz), hasta la mítica lectura pública en la que patrocinó a Ginsberg y su debutante “Howl”, Rexroth jugó un papel importantísimo para el movimiento. Es más, puede que su influencia – junto a la de Kenneth Patchen – haya sido tan decisiva en las formas y características beat como la de los “Cantos” o Walt Whitman. Un estudio concurrente de “Howl” y “Thou Shalt Not Kill”, de Rexroth, será sin duda revelador en tal sentido.Siendo parte del “Renacimiento de San Francisco” y de los poetas libremente denominados como “Objetivistas”, Rexroth adoptó un lenguaje poético tildado de “místico”, pero cercano en su manejo de las imágenes al método ideográmico de Pound. La forma que encontró Rexroth para vincular lo abstracto y lo concreto fue a través de la naturaleza, inmanente a su obra, y que con la recurrencia del amor como “acto sacramental” le hacen el principal poeta “ecologista”. Claro que para entender ese afán “ecológico” en su obra debe leérsela como proveniente de un anarquista convencido, que contemplaba insistentemente la belleza natural, en perfecta contraposición a una sociedad decadente.El amor es sin duda un tema importantísimo en Rexroth, quien lo trató con frecuencia, sobrepasando la noción usual en este tipo de empresas. Para él, que escribió poemas de amor intensamente personales, que se transformaron a lo largo de su carrera, pasando de un simbolismo amplio a un afán mistificante, menos abundante en metáforas y más próximo (tal vez como resultado de su roce con voces poéticas femeninas); el amor fue para Kenenth Rexroth la entrada al mundo contemplativo.Sin embargo, la fuerte influencia del budismo y la filosofía oriental, que estudió Rexroth, pareció siempre en forcejeo con la enraizada percepción sacramental del amor (eminentemente judeo-cristiana) que éste tenía. Una constante intención por otorgarle al amor, incluso físico, una dimensión espiritual antes que erótica, trasciende su obra, comprobando lo anterior.En contradicción con ciertos apetitos místicos, la vitalidad de Rexroth – un iconoclasta divertidísimo de leer en sus comentarios – mantuvo una posición lo suficientemente crítica (siempre contra el establishment) como para creerle cuando decía: “Yo escribo poesía para seducir mujeres y para destruir el sistema capitalista… en ese orden”.Sería injusto no recordar lo que Rexroth hizo fuera del campo poético. Ejerció como docente en algunas universidades y también como crítico literario, demostrando una envidiable lucidez; y a pesar de que él minimizaba su valía, hemos de mencionar su columna “Classics Revisited”, en la que comentaba viejos libros y autores, releyéndolos de llamativa forma, o recuperaba ignoradas joyas literarias, sin olvidar los clásicos canónicos. Un hombre de tan gran vocación científica (¡Leía anualmente la “Enciclopaedia Britannica” completa y de principio a fin, cronológicamente, “como una novela”!), era quizá el indicado para este papel de “maestro de ceremonias” literario.Kenneth Rexroth fue también uno de los más dedicados estudiosos de la poesía oriental. Consolidó su estilo y voz desde Du Fu, poeta chino del siglo VIII a quién tradujo y presentó al mundo occidental, y de quién afirmaba lo había hecho “un mejor organismo perceptivo y agente moral”, y con el que compartía preocupaciones filosóficas y formales (como el deseo de conformar una expresividad poética desde el lenguaje coloquial). Rexroth también traduciría y difundiría a numerosas poetisas chinas y japonesas, de donde obtuvo el germen para una de sus mayores (y postreras) creaciones, Marichiko.“The love poems of Marichiko” (1978), era una antología en la que Rexroth supuestamente traducía la obra de esta poetisa japonesa, cuando en realidad él mismo escribía los poemas, empleando al ficticio personaje como nom de plume. Cargados de un fuerte erotismo – fortísimo, si consideramos los setenta años del autor – la auténticamente trágica progresión de un ardoroso idilio al abandono, olvido y muerte, como la verosimilitud de la voz ajena, asumida para la creación (y que puso a varios académicos japoneses en busca de la desconocida poetisa), hacen de este trabajo uno de los hitos máximos de la poesía (norte)americana contemporánea.Los medidos tirones estéticos de su poema “The dragon and the unicorn” evidencian el carácter heraclitiano del poeta, en permanente flujo entre lo oriental y lo occidental, entre el retorno a la naturaleza y la emergencia urbana. Su exploración de las fuentes poéticas clásicas, otra de sus constantes, creemos halla su máxima belleza en los volúmenes de su “The signature of all things”. Con todo, en constante búsqueda de una “puerta recta y más pequeña que el ojo de una aguja”, Rexroth recorrería los extremos del mundo, como una voz danzante entre millares de ideas; yendo del jazz a la religión, de los sindicatos a los beat, en una expansividad vital difícil de comprender sin aludir a un torbellino creativo, parafraseando a Mailer, “en viaje, sin mapas, hacia los imperativos rebeldes del individuo”.Kenneth Rexroth, un agitador anti-burgués que abrazó el misticismo comunitario, llevó la exuberante carga expresiva de Whitman más allá, acusando desde la renuncia monacal y la sabiduría oriental, el individualismo que, con Kerouac, había encendido una generación entera. Poeta transparente y accesible, tuvo que quedar como “papá” beatnik o poeta jazzero, a pesar que practicó tanto el encabalgamiento de Catulo como la rítmica de Pound; pues, vitalmente radical y afianzado en su propia tradición, debía ser simplificado – esquemáticamente empobrecido – si acaso deseaba trascender.¿Gran poeta del amor?, ¿Proto-Beat?, ¿Wobblie ilustrado?, ¿Místico ecologista?... preguntándonos con él si el tiempo es la misericordia de la eternidad, con un Rexroth ya eterno, contestamos – como él hiciera con William Carlos Williams – “(…) y tú eres también ‘puro’, un auténtico clásico, mas no escandaloso por ello. No como la estridente Safo, quién por toda su grandeza habrá sufrido endometriosis. Más bien como Anite, quién dice sólo lo suficiente, suavemente, para el recuerdo de todos los miles de años. (…) Y esto es, hijo mío, lo que es un poeta. Alguien que crea relaciones sacramentales, que son eternas.”

lunes, 28 de mayo de 2007

Cuentos y Cuentistas : El Arte de la Parábola

Bartolomé Leal, desde Santiago
Según la Wikipedia, la voz parábola (del latín parabola, que a su vez viene del griego parabolh que significa comparación) designa una forma literaria narrativa de la cual, por analogía o semejanza, deriva una enseñanza sobre un tema que no es el explícito. Normalmente la parábola es un relato breve, sustentado en la comparación con alguna experiencia de la vida, cuyo fin es enseñar una verdad espiritual o moral. Se distingue de la fábula (con animales) y de la alegoría (conceptos personificados), porque se basa en un suceso o una observación real, o al menos verosímil.
El protagonista de los “Evangelios”, Jesús de Nazareth, un mago y predicador judío que se autoproclamó hijo de Dios y por ello le pusieron el mote de Cristo (el ungido), utilizaba con frecuencia parábolas para enseñar sus verdades en una forma que estuviese al alcance de todos. Tal enseñanza contrastaba, por su sencillez y sus imágenes, con el estilo complejo de los antiguos filósofos. Los doctores judíos también utilizaban parábolas, pero el nazareno las llevó a la perfección según sus exégetas. Se supone que tales parábolas sirven para todos en todos los tiempos.
El Cristo, después de predicar al pueblo en parábolas, continuaba en privado enseñando a los discípulos de su secta. Así los adoctrinaba para después encargarles divulgar esas verdades. Cuando los discípulos le preguntaron por que enseñaba con parábolas, Jesús les respondió: «Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; más a ellos no es concedido. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído, oiréis, y no entenderéis; y viendo, veréis, y no miraréis.» Mateo 13,11-14 (versión castellana de Cipriano de Valera, 1569).
Tal explicación es tan oscura y hermética como las propias parábolas, que pueden ser materia de interpretaciones múltiples. Los “Evangelios” de Mateo y Lucas contienen la mayoría de las parábolas del Cristo, el de Marcos sólo cuatro y el de Juan ninguna. Yo me inventé un tipo inédito, las parábolas muslimes, que apuntan a mostrar, también confusamente, las formas cotidianas que adquiere la intolerancia por influjo de las religiones.
PARÁBOLAS MUSLIMES Doctorado Nos hicimos amigos en la Universidad de París, donde estudiábamos el doctorado; él era un dandy, atildado en el vestir y cuidadoso en el hablar. Argelino residente en Francia. No bebía alcohol ni se iba de juerga. Vivía en Montrouge, un suburbio de clase media. Casado con francesa, una rubia teñida y pálida, secretaria de una empresa. Mi camarada quería trabajar en la administración pública, integrarse a la sociedad que lo acogía. Tenía un hijo de cuatro años, me contó, en una oportunidad que abordó temas cotidianos. “¿Cómo se llama el niño?” le pregunté, por puro formulismo. “Le puse Muhammad”, me dijo solemnemente… Me gustaría saber si, a estas alturas, el retoño de mi amigo habrá cambiado de nombre, o estará poniendo bombas, o aullando desde un minarete. Porque, como verseó Borges, glosando a Platón, el nombre es arquetipo de la cosa.
El sabor de la cerveza Sundiata Cissé era de Mali, un negro alto, lustroso y divertido. Consolidamos amistad en Nairobi, por nuestra común habla francesa. Ambos éramos solteros, trabajábamos en la mismo institución aunque en áreas diferentes. La primera vez que salimos de juerga le hice el elogio de la cerveza kenyana. “No gracias”, me dijo con su bello acento africano occidental, “soy musulmán devoto, no conozco el sabor de la cerveza”. Era bien cariñoso. Yo me dejaba tocar al principio, pero de pronto me pareció demasiado. “No soy homosexual, amigo”, me vi obligado a decirle. “Yo tampoco”, respondió riéndose, “pero podemos hacer el amor. Vamos”, insistió, “lo tengo pequeñito”… Me reí. Nos reímos. No hay enemigo chico, reza la sabiduría popular.
Lenguas Conocí en Londres a un marroquí genio de las lenguas. Su castellano era impecable, pero aún mejor su catalán. Había estudiado en Barcelona. Y trabajado en China, hablaba el mandarín. En el seminario donde nos amistamos, sorprendió a los delegados del país de Mao, que desfilaron en masa para escucharlo parlotear. Se reventaban de la risa. El día de la recepción oficial, mi amigo no bebió, no bailó, no se divirtió. Tampoco los demás musulmanes del grupo, que habían armado un escándalo por la sospecha de que había cerdo en la comida. Se dedicaron a mirar, con caras lascivas, los meneos de las bellas inglesitas pertenecientes a la organización que nos acogía. Le pregunté a mi amigo porqué no bailaba. Me dijo en castellano: “con perras infieles, jamás”. Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos, murmuré, citando a Huidobro.
Bámbola La Mónika Zaror (la k se la puse yo) trabajó como mi asistente cuando era ingeniero de una empresa metalúrgica. Palestina de origen. Morena. Bella figura. Pelo tinto y rizado. Olorosita. Una cara armoniosa, excepto la nariz, sólidamente árabe. Hija de un próspero empresario textil. Papá Zaror le pusimos. Un señor gentil, de piel clara y ojos verdes. Musulmán practicante, oraba a solas, no imponía su fe. Al principio no coticé a su hija, ya que andaba tras otras, rubias todas. A mi familia no le gustaba. Después la fui apreciando. Me besó cuando retornó a su pueblo. Me escribió alguna postal tierna. Luego el silencio. Traté de ubicarla tras largos años, no hubo forma. Mónika se casó, me dijeron. La perdí sin remedio. Consejo a los jóvenes: si llegan a conocer una mora rica, cásense con ella, no la vayan a dejar pasar. Lo lamentarán por el resto de su vida, como yo.
Gira Andábamos en gira técnica por el río Loire en Francia. Un grupo de profesionales norafricanos, africanos subsaharianos, latinoamericanos, caribeños, asiáticos, uno que otro europeo oriental. Había una muchacha argelina y otra tunecina. Sus colegas hombres, los musulmanes norafricanos, no les dirigían palabra. Eran unas mujeres árabes emancipadas, de minifalda, perfume francés y modos atrevidos. Maquilladas. Se avinieron fácilmente con nosotros los latinos. En un rato libre en que paseábamos, sugerí entrar a conocer la catedral de Orleáns, para que vieran lo de Juana de Arco y todo eso. Ninguno de los señores musulmanes quiso hacerlo. Las modernas mujeres tampoco osaron entrar al templo. Nada más fuerte que el temor de Dios.
El sabor de la cerveza 2 Diez años más tarde volví a ver a mi amigo Sundiata Cissé. Seguía en Nairobi, yo había partido a otras tierras. “¿Todavía ignoras el sabor de la cerveza?”, le pregunté. “No, me dijo. La he probado y me gusta bastante”, señaló su barriga como prueba. “Pero sigo fiel al Islam”... Me reí. Nos reímos. “Otra pregunta”, le dije, “¿te siguen gustando los hombres?” Me miró ofendido. “¿De qué hablas?” “Pues por tus insinuaciones de otra época”, repliqué. “Bueno, es que me gustabas tú”, aclaró. “Haber sabido”, retruqué, acariciando su estilizada mano. Se rió a carcajadas, pero no retiró la mano. Le sonreí con ambigua ironía… “Te advierto algo”, me dijo, “no lo tengo tan pequeñito”. Atención: las tácticas de la seducción son infinitas.
Velo Se llamaba Mona y era monísima, la egipcia. Menudita, de pantorrillas poderosas y busto prominente, facciones casi perfectas, la nariz respingada, los ojos verdes y rasgados, el largo pelo negrísimo, la barbilla puntiaguda. Piel dorada oscura. Fantasiosa para vestir. Me había hechizado... Yo me acercaba a hablarle con cualquier pretexto, la invitaba pero me rehuía. Un día la sorprendí en la cafetería de la institución; apenas me vio se paró de su silla y partió apresurada, tapándose la cara con unas cartas que llevaba, usando las hojas como si fueran el velo de las mujeres islámicas. Desde entonces nunca más me permitió mirarle el rostro, se cubría con cualquier papel y permanecía muda e inmóvil. Me miraba de reojo y se reía bajo el improvisado velo. Hasta que un día cualquiera dejó el trabajo; volvió a su país, me imagino. No la puedo olvidar. “En los sueños lo que parece, es”, escribió Graham Greene.

MALCOLM X : Yo acuso al hombre blanco…

Gustavo Soto Santiesteban
Apasionado por el baseball, el basket y por el fútbol –hincha del Inter de Milán- Spike Lee, (Atlanta 1957) es la joven mirada afro-americana exitosa del cine norteamericano. Desde su primera realización, She´s Gotta Have It (1985) filme de bajo presupuesto que tuvo un enorme éxito de taquilla, Lee incursionó en la publicidad para firmas como Nike (Air Jordan), Taco Bell, entre otras -lo que le permitió armar su propia compañía productora, “40 Acres and a Mule Filmworks”. Ha dirigido ya de más de una veintena de filmes (a los que llama Spike Lee joints) y ha sido actor en la mayor parte de ellas; además de realizar producciones televisivas, documentales y videos musicales. De su filmografía destacamos: Do the Right Thing (1989) Mo' Better Blues (1990), Jungle Fever (1991), Malcolm X (1992), Summer of Sam (1999, Inside Man (2006).
Tanto su obra cinematográfica como las declaraciones de su propio personaje de exitoso hombre público afro americano, abordan provocativamente la temática de la discriminación racial, de la intolerancia, del racismo y de la violencia ordinarias constitutivas de la sociedad norteamericana, y además temas de actualidad, como la denuncia contra la política discriminatoria anti-negro y anti-pobres, llevada a cabo por el gobierno de Bush en el caso del Huracán Katrina, (documental When the Levees Broke). Todos los nuevos actores afro-americanos han pasado por sus manos en los inicios de su carrera ( Wesley Snipes, Martin Lawrence, Samuel L. Jackson, Halle Berry) y alguno de ellos, como Denzel Washington, son sus actores claves.
El filme Malcolm X, narra la vida y la muerte de uno de los líderes del amplio y complejo movimiento de lucha contra el racismo en los USA en la década de los 60, más conocido como movimiento por los Derechos civiles de los afro-americanos. Década signada por los asesinatos políticos y la represión de la protesta étnica y estudiantil: asesinatos de Kennedy en 1963, de Malcolm X en 1965 y de Martin Luther King en 1968, además de la brutalidad policial (Domingo sangriento de 1965 en Montgomery entre otros).
Podría decirse que el film describe el contexto de interpretación del discurso que sigue: “Yo acuso al hombre blanco de ser el esclavista más grande el mundo. Yo acuso al hombre blanco de ser el secuestrador más grande el mundo. No hay lugar en el mundo al que este hombre haya ido, donde se pueda decir que ha creado paz y armonía. Donde ha ido, ha creado caos y destrucción. Entonces yo lo acuso de ser el canalla y borracho más grande del mundo. Yo lo acuso de ser el ladrón y esclavista más grande del mundo. No puede negar los cargos, no pueden negar los cargos: nosotros somos la prueba. Ustedes y yo no somos americanos, somos las víctimas de los americanos (…) No hemos visto el sueño americano, sólo hemos experimentado la pesadilla americana.” Sin duda se trata de lucha social, pero no es un mero film militante unidimensional. Se trata también de una mirada que desarrolla el lema estético-político: black is beautiful. Y de ello no deja duda la pericia de Spike Lee acerca los códigos cinematográficos: pasa con soltura del manejo documental al del clásico cine musical y policial. Tal por ejemplo, la reconstrucción del Harlem de la posguerra, de la cultura popular y juvenil negra, de la música y de los iconos (tales Joe Louis, Billie Holliday o el jazz) que aumentaban y reafirman la autoestima étnica-cultural: base y resultante de un proceso reivindicativo. De ese proceso cuya “escena primitiva” del trauma colectivo del racismo, que puntúa la narración, Lee cita el Griffith del Nacimiento de la nación y del cine norteamericano: los jinetes del KKK que han incendiado la casa paterna de Malcolm niño, se alejan cabalgando bajo una enorme luna llena. Imagen arquetípica de la intolerancia y la impunidad.
A diferencia de líderes como Luther King o Stokely Carmichael, universitarios, Malcolm es un joven delincuente de Harlem –la delincuencia como efímero camino de ascenso social- que encontraría en la cárcel, su primera iluminación, su primer guía y su libro fundamental: el Diccionario Webster. Allá están sedimentados e institucionalizados los sentidos naturalizadores de los discursos y de las prácticas racistas que atraviesan y hablan a través de los sujetos. En esa universidad de los marginales y de los rebeldes, Malcolm encontrará su primera metodología: la subversión de los sentidos, el rechazo del blanqueamiento, la reidentificación con su cultura y su destino colectivo. Primer movimiento ideológico: el mundo al revés (Todos los blancos son demonios) que lo llevará a ser un extraordinario orador y organizador; radical, sectario y provocador.
Decíamos literalmente iluminación, pues el movimiento de los derechos civiles está atravesado, discursiva y organizativamente por estructuras religiosas (protestantes, católicas y musulmanas) que dan cuenta de la fuerza y de las convicciones militantes, tanto en la vía de la resistencia activa y no violenta, cuanto en las otras vías (Black Panthers, por ejemplo). La segunda iluminación, la encontrará en su peregrinación a La Meca, luego de esa ya clásica y reiterada disputa entre el profeta ético y el negociante de la retórica radical (E. Muhammed). Retorna de la peregrinación con un pensamiento más estratégico, más complejo y abierto (No soy racista), que no podrá desarrollar políticamente a plenitud, asesinado por sus ex compañeros musulmanes manipulados por los servicios secretos.
Ahora bien, hay un doble homenaje a Malcolm y a Mandela -que aparece en el filme- que difumina las fronteras entre radicales tácticos y moderados estratégicos; todas esas voces, énfasis, trayectorias parecen articularse en el sistema de las luchas de liberación y por la dignidad humana. Como allá, entonces, la dignidad - además de la libertad y de la igualdad- es un tema y una expresión recurrente de los movimientos sociales e indígenas de la última década que están luchando por constitucionalizar sus derechos colectivos, contra la discriminación y la intolerancia, acá, en la Bolivia de hoy.

El pirata en su laberinto